lunes, 27 de julio de 2009

Ciencia y Fe - Introducción

En un pasado Encuentro de Pastoral Universitaria, se suscitó en uno de los grupos una pequeña discusión acerca de la prioridad (si no exclusividad) que debe darse a uno u otro de los componentes del binomio espíritu-razón. ¿Es suficiente el enamoramiento radical a Cristo? ¿No debe suponerse aquel y poner el énfasis en la formación doctrinal?

El documento sobre el Encuentro de Pastoral Universitaria convocado en 1997 por el CELAM, y celebrado en Cochabamba hace reiterada alusión a la necesidad del diálogo fe-cultura, mostrándonos así la solución al dilema antes citado. El universitario católico ha de crecer armónicamente en su doble dimensión espiritual e intelectual. Poseemos unos talentos (como nos recuerda la parábola evangélica) y se nos pedirá cuenta de ellos. Al anciano "huaso" que ha vivido anclado por necesidad a su pueblo natal, Dios le pedirá que le ame con todo su corazón, con toda su alma, con todas sus fuerzas, y tendrá por ello un alto grado de gloria. Pero a nosotros, docentes y jóvenes universitarios, además de lo anterior, Dios nos pide que estemos "siempre prontos para dar razón de nuestra esperanza a todo el que nos lo pidiese" (1 Pe 3,15). Texto este con que abre el Papa Juan Pablo II su carta a los jóvenes (1985) y que repite varias veces a lo largo de dicho documento.

Miremos a los modelos que nos presenta la Iglesia como patronos. Santo Tomás de Aquino, ¿no cautiva nuestro corazón por su doble faceta de santo y sabio? San Alberto Magno, ¿no unió a su profunda vida interior la brillantez en sus trabajos académicos, aun en ramas tan aparentemente profanas como la Química?

Como profesor de Física, esa inquietud por el diálogo fe-ciencia me ha hecho leer y reflexionar extensamente, así como contrastar ideas con colegas y alumnos. Y fruto de todo ello es el ramillete de pequeños artículos que –quizás con más deseo que acierto- pretender clarificar los muy diversos puntos de relación entre fe y ciencia. Sirvan ojalá para facilitar o clarificar el diálogo con compañeros y amigos.

Que Jesús (que "crecía en edad, en sabiduría y en gracia" [Lc 2,52]) y su Madre (que "guardaba todas estas cosas ponderándolas en su corazón [Lc 2,51]) sean nuestros modelos.

Jesús Amado Moya, Físico